La ciudad belga de Lovaina destruida por los bombardeos alemanes. Fuente: https://rarehistoricalphotos.com/leuven-destruction-photos-first-world-war/
  1. Los planteamientos sobre el conflicto.

Desde el inicio de la Primera Guerra Mundial (28 de julio de 1914-11 de noviembre de 1918), la política española sobre la guerra se decantó por la neutralidad. El gobierno de España, dirigido en ese momento por Eduardo Dato —del Partido Conservador—, era consciente de que el país no estaba preparado para entrar en un conflicto de esas dimensiones. Ni sus posibilidades económicas ni su capacidad militar permitían otra decisión. Todos los partidos, e incluso el mismo monarca Alfonso XIII, apoyaron la decisión.

Diplomáticamente, España tampoco estaba alineada con ninguno de los dos grandes bloques enfrentados y su papel internacional había quedado muy mermado desde la pérdida de los últimos restos coloniales en Cuba y Puerto Rico y en el Pacífico. Era, a todas luces, un actor secundario en la escena mundial. Tampoco los bloques contendientes la necesitaban para sus estrategias.

Configuración de los dos grandes bloques enfrentados en Europa. Fuente: Fernández, J.M.; González, J.; Ramírez, G. Historia del Mundo Contemporáneo.

A pesar de estas razones de fondo, esta política se explicó valorando su aspecto positivo al evitar las muertes y destrucción que conllevaba un conflicto tan terrible. Por otro lado, tanto el gobierno como la monarquía intentaron desempeñar un cierto papel como árbitro en algunos problemas concretos y en la ayuda a prisioneros y desaparecidos de la mano de la Cruz Roja. Igualmente, España no se abstuvo de proporcionar ayuda logística a algunos países del bloque aliado, como Francia. En respuesta, Alemania procuraba obstaculizar ese flujo económico mediante el hundimiento de buques mercantes —aliados y españoles— en las costas españolas, especialmente a partir de 1916. Así pues, su participación indirecta no puede negarse. De la misma manera, la península se convirtió en una enorme base para el espionaje de ambos bandos.

Buque mercante inglés Meridian, hundido en 1917 cerca de Alicante por un submarino alemán. Fuente:

Sin embargo, y a pesar de la política oficial, la sociedad española se dividió en su apoyo a los dos bandos implicados, surgiendo tendencias aliadófilas y germanófilas. Como algunos historiadores han afirmado, la división entre germanófilos y aliadófilos no se relacionaba exactamente con la tradicional división entre izquierda y derecha pues las opiniones sobre la guerra partían, especialmente, de las élites políticas y socioeconómicas que dirigían el país, mientras que el pueblo llano permanecía más ajeno al conflicto. En general, se puede afirmar que los sectores conservadores mostraron simpatía por los imperios centrales, más representativos de los conceptos de orden y autoridad, mientras que los sectores liberales y de izquierda apoyaron a los aliados, vinculados a la defensa de los principios democráticos. Esta división retórica no se plasmó en enfrentamientos ni tumultos callejeros, salvo pequeños incidentes aislados

En los partidos y grupos de izquierda, el conflicto produjo fuertes divisiones. Así, desde algunos sectores—anarquistas y una minoría socialista— se condenó el conflicto, interpretado como un enfrentamiento entre imperialismos en el que la clase trabajadora no tenía ningún papel. Estos grupos no se decantaron por ninguno de los dos bandos. Pero otros sectores obreros se dejaron llevar por el chauvinismo imperante respaldando principalmente a los aliados.

2. Las repercusiones de la guerra en España

A. Las repercusiones políticas y sociales.

Nada más acabarse el conflicto, comenzó a extenderse la idea de que la Gran Guerra había representado el final del orden político, económico y cultural del liberalismo del siglo XIX. Este planteamiento también puede aplicarse al caso español porque el conflicto aceleró procesos políticos y socioeconómicos que ya se habían iniciado. El historiador Miguel Martorell enumera dichos procesos:

  1. La movilización de millones de ciudadanos abrió la puerta a la participación de las masas en la política.
  2. El esfuerzo bélico favoreció la intervención del Estado en la economía.
  3. Las duras condiciones laborales existentes durante la guerra y la gran inflación que se produjo durante y después de ella provocaron un aumento de la conflictividad social en la posguerra.
  4. El ejemplo de la Revolución Rusa animó a sectores obreros a llevar a cabo procesos revolucionarios en sus países.
  5. La reacción al empuje revolucionario hizo surgir fuerzas contrarrevolucionarias que cuestionaban, al igual que los revolucionarios de izquierda, el régimen liberal y parlamentario.
  6. El individuo perdió su papel político y social, sustituido por la expansión de los sujetos colectivos –nación, clase, corporaciones, etc.–

España, a pesar de su neutralidad, no pudo evitar que llegasen las influencias antes señaladas, convertidas en rasgos definitorios del tiempo de entreguerras. Aasí pues, acabaron confluyendo el peso de las tendencias antes señaladas y la propia evolución del régimen de la Restauración que, desde 1913, comenzaba a manifestar la descomposición de los partidos dinásticos –Partido Conservador y Partido Liberal–, partidos de élites muy vinculados a determinadas personalidades, modelo de participación muy significativo de regímenes liberales restringidos. En el caso de España, ambos partidos padecieron procesos de fragmentación que los debilitaron considerablemente. La Gran Guerra se vió como una oportunidad para realizar una revolución que acabara con el orden restauracionista.

Revolucionarios armados húngaros en 1918. Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/Aster_Revolution

Justamente en 1917, el sistema político de la Restauración atravesó una situación verdaderamente crítica, definida por la convergencia de tres tipos de conflictos: el militar, el político y el social.

En el ámbito militar, el descontento de algunos sectores por las medidas gubernamentales acabó extendiéndose a todo el Ejército y concretándose en una amenaza de rebelión. Fue un conflicto de claro cariz sindical que buscaba, también, obtener cierta autonomía respecto del poder político.

En el ámbito político, la suspensión de las garantías constitucionales y el cierre de las Cortes provocó una reacción de nacionalistas catalanes, republicanos y socialistas que interpretaron tales hechos como una muestra de la debilidad del régimen y de la posibilidad de una revolución democrática. Sin embargo, el escaso seguimiento de la idea y la falta de apoyo de los militares hicieron fracasar la iniciativa.

En el tercer ámbito, el social, la crisis se produjo en el verano de 1917, cuando las dos principales organizaciones sindicales, UGT y CNT, convocaron una huelga general con pretensiones revolucionarias. La razón de fondo fue el continuo descenso de los salarios, mientras que los beneficios empresariales se disparaban a caballo del ascenso de los precios (una inflación anual del 22 % entre 1914 y 1917). Sin embargo, su incidencia fuera de los grandes núcleos industriales del país –Madrid, País Vasco, Asturias y Barcelona– fue escasa. La represión del movimiento huelguístico la realizó el ejército, que llegó a disparar contra los huelguistas, causando 71 muertos. La represión posterior contra el movimiento obrero fue muy dura.

Factores de la crisis de 1917. Fuente: https://miradahistorica.net/2011/08/03/la-crisis-final-de-la-restauracion-1917-23/

Acabado el conflicto, el derrumbe de las autocracias que representaban los imperios centrales y la victoria de las democracias liberales, acrecentó la sensación de peligro entre las fuerzas conservadoras. Además, la revolución rusa de 1917 y las revoluciones frustradas de Alemania y Hungría en 1919, junto a la creciente agitación obrera, se percibían como serias amenazas para el viejo orden social conservador. Martorell ya indica que muchos ciudadanos europeos se alejaron del liberalismo y buscaron valores que les proporcionasen más seguridad, como la autoridad, la nación o la religión. Comenzó a conformarse, así, una nueva derecha política que pronto tendrá que ver con el nacimiento de los fascismos en Europa y con el colapso del sistema liberal en España.

Evolución de los regímenes políticos en la Europa de entreguerras. Fuente: Fuente: Fernández, J.M.; González, J.; Ramírez, G. Historia del Mundo Contemporáneo.

B. Las repercusiones económicas.

La neutralidad favoreció una etapa de espectacular crecimiento económico. España se convirtió en proveedora de los dos bloques beligerantes, a los que suministraba materias primas y productos industriales. El aumento de las exportaciones significó la ampliación rápida de los mercados y un aumento significativo de los beneficios empresariales.

Algunos sectores se vieron más favorecidos por esta coyuntura. La industria manufacturera, especialmente la textil, impulsada por las necesidades de la guerra, creció enormemente. Pero también lo hicieron la industria química o la fabricación de maquinaria. Igualmente, los productores cerealistas y la minería aumentaron sus beneficios de forma notable. Esta bonanza económica produjo efectos desiguales porque no hubo ni redistribución social ni territorial.

La contrapartida a esta rápida expansión económica fue un paralelo crecimiento de los precios. Un segundo aspecto negativo fue la ruptura de los circuitos comerciales tradicionales, lo que perjudicó la exportación de algunos productos –naranjas o vino de Jerez, por ejemplo–. De igual manera, la guerra impuso un proteccionismo de facto, ya que las importaciones disminuyeron. Los movimientos migratorios también se interrumpieron y retornaron a España miles de inmigrantes.

EVOLUCION DE LOS PRECIOS EN ESPAÑA (en pesetas).
Producto (1 kg.)19131919
Pan0,300,55
Patatas0,120,45
Arroz0,501,00
Tocino1,754,00
Azúcar1,502,00

Fuente: Fernández, J.M.; González, J.; León, V.; Ramírez, G. Historia de España 2º Bachillerato. (2011).

3. Conclusiones.

La posición de neutralidad que mantuvo España en el conflicto la libró del horror de la devastación y de las pérdidas humanas, pero fue imposible evitar que sus repercusiones afectaran a la sociedad española. El país no era una isla en el contexto europeo y, por fuerza, las tendencias políticas y sociales generadas por la guerra acabaron llegando a la península.

Muy probablemente, las consecuencias más relevantes fueron las siguientes:

  • La acentuación de la decadencia del sistema liberal de la Restauración, acelerada por la crisis de 1917 y desaparecido definitivamente en 1923, tras el golpe de Estado del general Primo de Rivera que implantó una dictadura de rasgos corporativos con influencias fascistas –aunque Mussolini no implantó una dictadura como tal hasta 1925–.
  • La proliferación de nuevos estados en Europa y la difusión del principio de autodeterminación de los pueblos, defendido por el presidente norteamericano Woodrow Wilson, reforzaron a los nacionalismos catalán y vasco, complicando el panorama político español.
  • Una modernización económica acompañada de un proceso de acumulación de capital que asentó las bases de algunos sectores –finanzas, química, electricidad, etc.–. Y ello a pesar de que no se aprovechó la ocasión para mejorar las infraestructuras de manera ostensible.

4. Bibliografía

Fernández, J. M.; González, J.; León, V.; Ramírez, G. (2015) Historia de España. Madrid: Santillana.

Martorell, M. (2011) «No fue aquello solamente una guerra, fue una revolución»: España y la Primera Guerra Mundial. Historia y Política, 26.

Oliva, J. (2014). «España no entró en la I Guerra Mundial porque los aliados no la necesitaban». La Vanguardia. Recuperado de https://www.lavanguardia.com/vida/20140322/54403944024/espana-no-entro-en-la-i-guerra-mundial-porque-los-aliados-no-la-necesitaban.html.

Ponce, J. (2016). España en la Primera Guerra Mundial: política exterior, neutralidad y algunos apuntes sobre Canarias. XXI Coloquio de Historia Canario-Americana (2014), XXI-097.

Sáenz-Francés, E. & Sáenz Rotko, J. M. (2015) ¿La Agonía de un Neutral? España y la Primera Guerra Mundial. Comillas Journal of International Relations, (2), 127-141.

Villares, R. y Moreno, J. (2009) Restauración y dictadura. Historia de España, vol 7. Barcelona: Crítica