Todos los conflictos bélicos ocasionan desplazamientos de la población que huye de los mismos y de sus terribles consecuencias; en definitiva, provocan exilios. El grueso de estos movimientos suele estar formado por población no combatiente –mujeres, ancianos, niños, jóvenes que aún no han sido llamados a filas–, pero ocurre también que, cuando el conflicto se acerca a su fin, al flujo mencionado se suman los combatientes del bando perdedor. Tenemos un ejemplo reciente en el caso del conflicto sirio y en tantos otros menos conocidos.  

Refugiados sirios en 2015. Fuente: https://www.elcomercio.com/actualidad/ofensiva-ejercito-siria-exodo-alepo.html

Hubo un tiempo en el que los refugiados eran españoles, concretamente republicanos que huían de su derrota en la Guerra Civil. La inmensa mayoría de los que huyeron se dirigieron a Francia donde creyeron que podían esperar una cierta comprensión, un acogimiento. Ilusiones que después no se correspondieron con la realidad. No ha sido el único producido en la historia contemporánea de España y, aunque la causa que lo originó fue una, el exilio y los exiliados fueron plurales. La variedad proviene de su procedencia geográfica; la mayoría de los refugiados en Francia eran de Aragón y Cataluña, algo lógico al ser estos territorios fronterizos donde habían ido retirándose tanto las tropas republicanas como las élites de gobierno, aunque también la población civil que huía ante el avance franquista y cuyo origen geográfico era mucho más diverso. También encontramos pluralidad en el origen social y en la composición de género ya que no fue un fenómeno exclusivamente masculino, a lo que se puede añadir la abundante presencia de niños. 

Refugiados españoles en 1939. Fuente: http://www.lacerca.com/noticias/editorial/inmigracion-tiempos-cambian-personas-fotografias-verguenza-426143-1.html

La guerra civil española había provocado grandes polémicas en Francia. Mientras que la izquierda exigía el apoyo y la intervención a favor de la República, gran parte de la derecha apoyaba a Franco y difundía una imagen de la España republicana caracterizada por la violencia, la revolución y el ataque a la Iglesia. Esta perspectiva dominaba el panorama político francés, sobre todo después de la pérdida del poder por parte del Frente Popular francés en 1938 y la formación de un gobierno de centro-izquierda dirigido por Daladier, y fue la que determinó la manera en la que se acogió a los republicanos españoles,

Gringoire. Ilustración xenófoba de Roger Roy. 10 de septiembre de 1937. Fuente: Página web del Museo de la HIstoria de la Inmigración. París. http://www.histoire-inmigration.fr/musee.   Citado por Chaussec Damien en Españoles durante la Segunda Guerra Mundial en Francia.

Además de los recelos políticos hacía los republicanos, su presencia constituía también un problema económico pues la mayoría de países se inhibieron a la hora de ayudar a su mantenimiento. Algunos países europeos, como Suecia, Bélgica, Noruega y Holanda proporcionaron ayuda financiera. México y otros países latinoamericanos propusieron acoger a todos los que lo deseasen, mientras que Inglaterra, la URSS  y los Estados Unidos solamente a un número limitado.

La huida.

Al iniciarse la Guerra Civil, Francia estaba dirigida por un gobierno de izquierdas, una coalición que también se denominaba Frente Popular al frente de la cual estaba León Blum. La afinidad ideológica forzaba la ayuda al gobierno republicano español, pero el  miedo hacia una Alemania expansionista y las presiones inglesas, promovidas por un gobierno que recelaba de los “rojos” y buscaba el apaciguamiento de Hitler, le empujaron a una política de neutralidad –Pacto de No Intervención– que favoreció claramente a los sublevados. En 1938 el Frente Popular francés se rompió y accedió al poder en Éduard Daladier, del Partido Radical Socialista encabezando un gobierno de concentración escorado a la derecha y más proclive a la connivencia con Alemania y a apoyar al bando franquista. 

Las huidas hacia la frontera francesa no fueron un hecho nuevo. Los primeros éxodos hacia el exilio francés se habían producido al caer el frente norte en 1937 y el alto Aragón en 1938, aunque ninguno alcanzó la importancia cuantitativa del de finales de 1938 y principios de 1939. 

El flujo de refugiados españoles hacia Francia aumentó a partir de noviembre de 1938 y se aceleró cuando las tropas franquistas llegaron al Mediterráneo el 14 de enero de 1939; poco después –el 26 de enero– caía Barcelona y las carreteras hacia Francia recogían un inmenso flujo de personas que intentaba llegar a la frontera. El 4 de febrero era tomada Gerona.  

Los refugiados eran población civil en su inmensa mayoría, aunque también había muchos soldados y milicianos. Daladier respondió cerrando la frontera y calificando a los refugiados de “extranjeros indeseables”. Esta política se acompañó de la difusión de propaganda contra los republicanos, acusándolos de comunistas y presentándolos como elementos peligrosos. El miedo se extendió entre la población francesa, lo que provocó que el recibimiento fuese frio e incluso de cierto rechazo, con las consabidas excepciones, claro está.  

El 5 de febrero de 1939, ante la enorme presión de cientos de miles de personas queriendo entrar en Francia, Daladier abrió algunos puestos fronterizos en el departamento de los Pirineos Orientales –Bourg Madame, La Tour-de-Carol, Le Perthus y Cerbère– y permitió pasar a la ingente masa de refugiados civiles que esperaba en la parte española. Muy poco después los representantes del gobierno de la República y de los gobiernos catalán y vasco, así como los restos del ejército republicano pudieron pasar a Francia, protegidos en su retirada por la 26 división (anarquista) y los restos del Ejército del Ebro (comunistas). Pocos días después, el 25 de febrero Francia reconocía al gobierno franquista mediante el Acuerdo Bérard-Jordana, su intención era obtener su neutralidad ante el previsible enfrentamiento con Alemania. 

Así pues, la acogida al exilio republicano no fue la que esperaban los que huían. La improvisación y la intención de no acoger permanentemente a un colectivo que se creía conflictivo y que constituía un problema político y económico, caracterizaron los primeros momentos. Por eso el gobierno francés fomentó la emigración a otros países o el retorno a España. Posteriormente, cuando la amenaza de la guerra con Alemania se hacía más palpable, las autoridades francesas decidieron utilizar a los refugiados como mano de obra o, incluso, aprovechar su experiencia como combatientes experimentados. 

Los campos.

Los centros que preparó el gobierno francés para acoger al aproximadamente medio millón de refugiados españoles, con una gran improvisación como ya hemos señalado, fueron verdaderos campos de concentración; su objetivo no era tanto acoger como retener y controlar a las personas. Los primeros campos de internamiento en Francia, los llamados “campos de arena” fueron centros establecidos por las autoridades francesas para encerrar al más de medio millón de españoles que huyeron de la represión franquista. La mayoría de ellos se levantaron a toda prisa, con pocos o ningún barracón; eran simplemente zonas a la intemperie vigiladas, por ejemplo los campos de Argelès y Saint Cyprien, que eran simples playas rodeadas de alambre de espino. No disponían de agua potable, el suministro de comida era escaso y las condiciones higiénicas deplorables. Las enfermedades (piojos, sarna, disenterías, tifus, pulmonía), la desnutrición y malos tratos eran muy frecuentes; diversos cálculos hablan de que durante los primeros meses murieron en los diversos campos entre 15.000 y 50.000 personas.  

Refugiados republicanos vigilados en Argelès-sur-Mer. Fuente: http://todoslosrostros.blogspot.com/2008/08/los-campos-de-concentracin-franceses.html

A las pocas semanas, muchos de los enfermos, las mujeres y los niños fueron repartidos por pueblos del interior de Francia, contribuyendo así a separar las familias pues a los hombres en edad de combatir también se les separó del resto. Los refugiados españoles no eran los únicos pobladores de estos campos. A ellos también fueron a parar comunistas franceses, gitanos, exilados indocumentados, judíos y hasta miembros de la resistencia francesa. 

Pasados algunos meses, los refugiados se redistribuyeron en campos dotados de mejores infraestructuras. Hubo una clasificación de los campos, una especialización por así llamarla. La población civil fue trasladada hacia centros de alojamiento –escuelas, cuarteles, fábricas abandonadas, etc., que presentaban mejores condiciones de  vida. Pero los combatientes permanecieron en los campos de concentración, vigilados y con severas condiciones de vida. 

Campo de Gurs (Pirineos Atlánticos), 6 de abril de 1939. Fuente: Asociación del campo de Gurs. http://www.campgurs.com/
Citado por Chaussec Damien en Españoles durante la Segunda Guerra Mundial en Francia

El primero y principal campo fue el de Argelès-sur-Mer se creó el 1 de enero de 1939 y llegó a albergar a unos 100.000 refugiados. Estaba ubicado en la localidad del mismo nombre, en el departamento de los Pirineos Orientales y a 35 kilómetros de la frontera. El 9 de febrero se abrieron nuevos campos, destacando el de Saint-Cyprien que llegó a acoger a 90.000 refugiados en condiciones deplorables, también en una playa. Después fueron abriéndose otros campos en distintos lugares de Francia, aunque los más importantes fueron los enclavados en los Pirineos Orientales. 

Mapa de la localización de los campos de concentración que acogieron a los refugiados españoles. Fuente: http://clioweb.canalblog.com/tag/espagnols

La salida.

Aparte de la huida, pocas alternativas se ofrecían a los refugiados españoles. Al comenzar la II Guerra Mundial los refugiados fueron inscritos en las Compañías de Trabajadores Extranjeros (CTE), grupos dedicados a construir o reparar las infraestructuras de defensa y comunicaciones francesas. Muchos de ellos fueron voluntarios, pero a otros se les obligó. Se calcula que entre 30.000 y 60.000 españoles participaron en estas compañías. No obstante, a pesar de pertenecer al Ejército francés eran más tratados como prisioneros que como soldados. Además, cuando Francia fue invadida por los nazis, estos volvieron a encerrar a los españoles en campos de concentración. 

Estas compañías estaban dirigidas por militares y sus componentes sujetos a una disciplina militar. Algunas de estas compañías fueron desplazadas al norte de África para la construcción de ferrocarriles en Argelia y Marruecos. Las mujeres, por su parte, fueron obligadas a evacuar los centros de alojamiento y buscar trabajo y vivienda. La mayoría pasó a mitigar la ausencia de los hombres en las fábricas o en los campos.

Desde el mismo mes de enero de 1939 las autoridades francesas inician una campaña para promover la vuelta de los exiliados a España. Los que aceptan son trasladados a otros campos donde las condiciones de vida son más favorables. A finales de marzo de ese año unas 70.000 personas ya han regresado a España, confiando en las débiles garantías del gobierno franquista. 

A los hombres en edad de combatir el gobierno francés les propuso alistarse en la Legión extranjera durante cuatro años a cambio de un salario y la posible obtención de la ciudadanía francesa; algo más de 3.000 aceptaron y fueron trasladados a Argelia. Pensaban también que esa era una manera de seguir combatiendo el fascismo si estallaba una guerra. El resto fue trasladado hacia los campos de internamiento distribuidos por toda Francia. 

Compañía de Trabajadores Extranjeros reparando en ferrocarril cerca de Saint Cyprien. Fuente: http://todoslosrostros.blogspot.com/2008/09/refugiados-sin-refugio-algunos-hombres.html

Aparte de la Legión Extranjera, el gobierno francés ofreció el alistamiento militar mediante los Regimientos de Marcha de Voluntarios Extranjeros –RMVE–, tropas regulares que desempañarían un importante papel militar. A ellos se integraron unos 7.000 españoles. 

Soldados de una unidad de los RMVE. Fuente: https://www.mve2gm.es/paises/bando-aliado/francia/legion-extrangera/a21e-regiment-de-marche-des-volontaires-etrangers/

La ocupación alemana de gran parte del territorio francés por un lado y el régimen de Vichy por otro, se convirtieron en un gran peligro para los refugiados españoles. Muchos fueron internados de nuevo en campos y sólo se les ofrecieron dos posibilidades: emigrar a México o integrarse en los nuevos Grupos de Trabajadores Extranjeros –GTE–. Los que se inscribieron en los GTE formaron parte del trabajo forzado que emplearán los nazis en infraestructuras militares –fábricas de armamento, bases submarinas, fortificaciones, etc.  Algunos fueron trasladados después a Alemania.

Otros refugiados lograron huir tanto de los campos como de las estructuras de trabajo obligatorio y acabaron uniéndose a la resistencia francesa, desempeñando un papel relevante en numerosas acciones. Otro importante numero –unos 9.000– fueron deportados a los campos de concentración nazis.

Soldados españoles de la Legión Extranjera entrando en París. Fuente: https://magnet.xataka.com

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