- Introducción
La utilización del arma nuclear por primera vez en la historia fue un hito contradictorio pues si, por un lado, mostró el paso de gigante que se había dado con el desarrollo tecnológico, por otro lado, cambió el concepto de guerra al mostrarse capaz de provocar unos niveles de destrucción y muerte desconocidos hasta entonces. A partir de agosto de 1945 todo el mundo entendió que la posesión, y la decisión del uso, del armamento atómico significaría obtener el rol de potencia dominante (o potencias dominantes). La historia posterior ha demostrado que el deseo de poseer este tipo de armamento no ha desaparecido.

La guerra en el Pacífico adquirió ciertos rasgos de guerra de desgaste. La necesidad de ir conquistando isla por isla mediante asaltos anfibios significaba un alto coste humano y psicológico. Tras las victorias americanas de Iwo Jima y Okinawa esta estrategia fue cuestionada.
2. El prólogo de la decisión: la batalla de Okinawa.
Desde noviembre de 1944 los grandes bombarderos norteamericanos B-29, con base en las islas Marianas, alcanzaban parte del territorio japonés, que era bombardeado con asiduidad, especialmente Tokio. Así, por ejemplo, el 9 de marzo de 1945 los B-29 arrojaron sobre la capital nipona más de 1.500 toneladas de bombas que destruyeron 250.000 edificios y causaron más de 80.000 víctimas. El país ya estaba muy debilitado.
Hacia mediados de 1945, resultaba evidente que Japón estaba perdiendo la guerra. Su derrota en Iwo Jima a principios de 1945 fue la primera señal. El mando norteamericano dividió entonces sus objetivos; mientras el general McCarthur se dedicó a neutralizar las fuerzas japonesas que aún controlaban Filipinas y Borneo, el almirante Nimitz se preparó para atacar directamente suelo japonés. La conquista del archipiélago de Riu-Kiu, del que Okinawa era la mayor isla, fue el primer objetivo.

El interés de la isla radicaba en que desde allí los bombarderos norteamericanos podían alcanzar todo el territorio japonés, así como interrumpir el flujo de suministros que llegaba a Japón desde los territorios que aún dominaba.
Desde un primer momento, los mandos norteamericanos fueron conscientes de que al tratarse ya de territorio japonés la resistencia sería muy intensa y su posterior control muy difícil. Para enfrentarse a tal situación se dispusieron grandes medios navales y terrestres; de hecho la flota que se concentró frente a las costas de Okinawa fue la más poderosa jamás vista: 40 portaaviones con más de 2.000 aviones, 20 acorazados, unos 30 cruceros, unos 200 destructores y cerca de mil buques de transporte. Las fuerzas terrestres sumaban casi 300.000 hombres.
Por su parte, los japoneses –alrededor de 100.000 hombres– se fortificaron en el interior de la isla, donde estaban los aeropuertos. A ellos se sumaba el apoyo de unos 2.000 aviones procedentes de bases de otras islas. Al parecer la intención japonesa era resistir a toda costa, incluyendo la utilización de ataques suicidas (kamikazes).

Como medida preventiva los aviones de los portaaviones norteamericanos y los grandes bombarderos B-29 se dedicaron a intentar anular el poder aéreo japonés con bombardeos de los aerodromos enclavados en Japón. Aún así, los ataque suicidas japoneses averiaron seriamente tres portaaviones y hundieron otros buques. En total los ataques kamikaze hundieron 30 barcos y averiaron 300.
El 1 de abril de 1945 las tropas norteamericanas desembarcaron en Okinawa. La lucha por la conquista de la pequeña isla duró tres meses, con una dureza extraordinaria y un coste en bajas elevadísimo. Los japoneses perdieron, entre civiles y militares, 110.000 hombres. Los norteamericanos padecieron unas 12.000 bajas y tuvieron 32.000 heridos; unos 26.000 hombres fueron retirados por diversas enfermedades, muchos afectados por lo que más tarde se denominaría “estrés del combatiente”. En la flota las víctimas ascendieron a 5.000 muertos y 6.000 heridos. Cerca de 1.000 aviones fueron derribados.
La derrota de Okinawa impulsó en Japón a los partidarios de la paz, incluido el emperador. Pero las reticencias del Ejército a una capitulación incondicional retrasaban la decisión. Los intentos de lograr la mediación de Stalin fracasaron ante el desinterés de este, que esperaba el hundimiento japonés para hacerse con algunos territorios japoneses.
3. La bomba atómica.
Las terribles experiencias de Iwo Jima y Okinawa acabaron de convencer a los mandos norteamericanos de que la campaña del Pacífico debía concluir lo más pronto posible y que la invasión terrestre del archipiélago japonés comportaría un coste humano inasumible. De hecho se decidió no atacar posiciones o bases niponas que no fuesen estratégicas. Estos planteamientos abrieron paso a la opción del uso del arma nuclear.
El proyecto de creación de un arma nuclear –conocido como proyecto Manhattan– había comenzado en Estados Unidos en 1940 y había requerido el trabajo de más de cien mil personas –entre ellos ingenieros alemanes de origen judío que habían huido del régimen nazi– y costado más de 2.000 millones de dólares de la época. En julio de 1945 la bomba estaba construida. El presidente Truman era partidario de utilizar el arma atómica, aunque no todos los militares estaba de acuerdo –Eisenhower mostró su oposición–, ni tampoco todos los científicos que habían impulsado el proyecto.

El 6 de agosto de 1945 un B-29 norteamericano –bautizado como Enola Gay– despegó de la base de Tinian. Cargaba una bomba de 4 toneladas de peso –bautizada esta como Little boy– que tenía una potencia explosiva de 15.000 toneladas de TNT. El 6 de agosto, a las 8,15 horas, la bomba cayó sobre Hiroshima, que tenía unos 300.000 habitantes. Mató a más de 70.000 personas y otras 70.000 murieron antes de que terminara el año. Japón quedó sumido en un shock. Pocos días después, el 9 de agosto, cayó una segunda bomba sobre Nagasaki. Esta vez se trataba de una bomba de plutonio con una capacidad explosiva mayor –equivalente a 22.000 toneladas de TNT–. La bomba cayó en un barrio industrial periférico. Aún así murieron 40.000 personas de forma inmediata y otras 30.000 lo harían antes de fin de año.

Paralelamente, Stalin declaró la guerra a Japón y tropas soviéticas desembarcaron en las islas de Sajalin y las Kuriles y atacaron Manchuria. El 15 de agosto el emperador Hiro Hito anunciaba la intención de acabar con la guerra, era la primera vez que los japoneses escuchaban la voz de su emperador. Numerosos altos oficiales se suicidaron o se estrellaron como kamikazes contra buques norteamericanos. Era el último estertor del poder japonés.
Las reticencias de los mandos militares japoneses a firmar la rendición fueron finalmente vencidas por la decisión del mismo emperador. El 2 de septiembre el general McArthur aceptó la rendición formal e incondicional de Japón.
4. Las consecuencias del ataque.
En el contexto bélico, el ataque significó la rendición japonesa. El balance de la guerra fue terrible para Japón. En la metrópoli, la población descendió más de millón y medio de personas. Los daños materiales fueron enormes; la producción quedó paralizada y las comunicaciones interrumpidas. El hambre y las epidemias se extendieron. Japón debía partir de cero, estando además ocupado militarmente por Estados Unidos.
Este país impuso la Constitución de 1947 e intervino directamente en el gobierno de Japón bajo la autoridad del general McArthur. El objetivo de su acción fue doble: desmilitarizar el país y articular un sistema político democrático. Estas reformas impuestas chocaban con una sociedad vencida, conformada mediante una ideología nacionalista y totalitaria, impregnada de xenofobia y con un gran sentido jerárquico.
En el contexto de las relaciones internacionales el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki también tuvo repercusiones. Asentó la hegemonía norteamericana entre los vencedores de la Iiª Guerra Mundial y cambió la actitud de Truman hacia Stalin, con quien se mostró más exigente y distanciado. La URSS, por su parte comprendió el valor del nuevo armamento y emprendió su carrera hacia la consecución del arma. Su posesión o no configuraría el siguiente período histórico: la Guerra Fría.
En unos meses expirará el tratado nuevo START entre Estados Unidos y Rusia –febrero de 2021–, que fue firmado en 2010. Las conversaciones para su renovación siguen estancadas. En 2017 se aprobó el Tratado de la ONU para la prohibición de las Armas Nucleares. Para su entrada en vigor hace falta que lo ratifiquen 50 países, de momento sólo lo han hecho 40, entre los que no está Japón ni tampoco los miembros de la OTAN.
5. Cronología.

6. Bibliografía.
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Liy, Macarena Vidal. 2020. “Un río de heridos desfigurados llegó a las puertas de mi casa”». EL PAÍS. Recuperado 9 de agosto de 2020 https://elpais.com/internacional/2020-08-05/un-rio-de-heridos-desfigurados-llego-a-las-puertas-de-mi-casa.html
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