Fuente: https://www.politicaexterior.com

Los cambios climáticos siempre han tenido una notable incidencia sobre la historia de las sociedades humanas; a veces para mejorar y otras veces para empeorar las situaciones existentes. La literatura histórica al respecto es amplia. Sin entrar en el debate sobre el origen del cambio climático actual, expresión incorrecta donde las haya, puesto que el clima siempre está cambiando, lo cierto es que el calentamiento que se observa está teniendo consecuencias sobre la economía y la geopolítica planetaria.

Uno de los fenómenos que más claramente está actuando en este sentido es el deshielo del Ártico; la disminución de la banquisa helada. Las evidencias son claras, aunque existen diversidad de opiniones sobre la intensidad de la tendencia. En 2017, la NASA anunció que la reducción de la banquisa ártica era de un 1,3 % anual de media.

Disminución de la banquisa ártica. Fuente:https://diablobanquisa.wordpress.com/

Gran parte de la plataforma continental del Ártico no pertenece a ningún país ni está sometida a la jurisdicción de ningún Estado. Pero el aumento de las posibilidades económicas derivadas de la disminución de la capa de hielo ha acrecentado el interés por el aprovechamiento de sus recursos naturales y el establecimiento de nuevas rutas marítimas. Los ocho países con costas en el Ártico –Rusia, Canadá, Estados Unidos, Noruega, Dinamarca (Groenlandia), Suecia, Finlandia e Islandia, crearon en 1996 el Consejo Ártico (CA). Esta institución fue concebida como un organismo para la cooperación y coordinación de sus miembros, incluyendo también a los pueblos indígenas. A estos miembros fueron sumándose otros países –Gran Bretaña, Francia, Alemania, España, Japón, China, …– como observadores.   

La disminución de hielo está permitiendo que, en algunos momentos del verano, se abran diversas rutas a través de este océano, anteriormente vedado a la navegación en superficie y solamente accesible en inmersión a los submarinos nucleares de las grandes superpotencias. Ello abre un nuevo escenario geopolítico.

Las rutas que se están configurando son dos: el Paso del Noroeste y la Ruta del Mar del Norte. Ambas unen el Pacífico con el Atlántico y posibilitarían una intercomunicación más rápida y directa algunos meses al año. De momento, sin embargo, siguen en pie algunos obstáculos para el asentamiento de esos pasos: las cambiantes condiciones meteorológicas y el alto coste de los seguros de los fletes.

Rutas posibles en el Ártico. Fuente: http://www.offnews.info/

El Paso del Noroeste que une los dos grandes océanos a través de las costas canadienses y de Alaska, lo hizo en 2007. El primer problema se creó cuando Canadá reclamó el derecho a cobrar peaje, en 2007. A ello se opusieron las grandes potencias marítimas –Estados Unidos y la Unión Europea–, considerando que esas rutas deben ser internacionales. No podemos olvidar que el grueso del transporte internacional se efectúa entre el este del continente asiático y Europa y Estados Unidos.

La ruta que está configurándose más rápidamente y que es mucho más transitada es la Ruta del Mar de Norte, que bordea la costa rusa. Quedó abierta por primera vez en el verano de 2008. Este país está dedicando muchos esfuerzos por asegurarla y hacerla viable: cuenta con experiencia en el uso de determinados tramos de la misma y la banquisa es menor que en la costa canadiense. Y al igual que hizo este país exige un peaje por utilizarla ya que transcurre por sus aguas jurisdiccionales. Rusia cuenta, además, con casi 30 barcos rompehielos de gran tonelaje, muchos más que los otros países árticos.

Además de las rivalidades directas por el control de estas rutas, aparecen otros problemas como los cambios en las rutas marítimas internacionales, disminuyendo el papel estratégico de puntos como el Canal de Panamá o el de Suez, que quedarían relegados al proponerse unas rutas polares mucho más cortas. Parece evidente que estas transformaciones podrían revolucionar el transporte marítimo y el comercio internacional. No obstante, tiende a pensarse que estas nuevas rutas no podrán sustituir a las existentes, sino que las complementarán.

El Ártico alberga, según el Servicio Geológico de los Estados Unidos, grandes reservas energéticas de petróleo y de gas natural. El cambio climático y el deshielo de la capa polar permitirán una explotación rentable de estos recursos. La posibilidad de estas explotaciones planteará, además, la cuestión del deterioro medioambiental y de la contaminación de un espacio natural intacto hasta ahora.

Las nuevas posibilidades económicas del Ártico están atrayendo sobre él el interés de otras potencias que no tienen costas en el mismo, como China o la Unión Europea. Ya no se trata solamente de las facilidades para el transporte marítimo sino también de la existencia de posibles recursos energéticos y biológicos. El incremento de las investigaciones científicas denota el creciente interés por la zona. Esas mismas perspectivas generan tensiones entre los países implicados.

Rusia se muestra muy interesada en expandir su influencia estratégica en este mar. La reconstrucción de antiguas bases militares soviéticas en la región, tanto navales como aéreas, es una medida en tal sentido. Para ella es casi vital porque representa el acceso libre a un mar que intercomunica con el Atlántico y el Pacífico. Su flota en el Mar Negro está constreñida en el estrecho de los Dardanelos por Turquía, miembro de la OTAN –aunque la evolución de la posición política antinorteamericana de Erdogan podría introducir alguna variable en esto–, mientras que la flota del Báltico lo está en el estrecho de Skagerrak por Dinamarca y Noruega, igualmente miembros de la OTAN.

Base rusa de Murmanks. Fuente: https://www.politicaexterior.com

Tanto Estados Unidos como Canadá y Dinamarca (a través de Groenlandia) manifiestan reclamaciones territoriales y de derechos de explotación que chocan con los intereses rusos.

Reivindicaciones territoriales en el Ártico. Fuente:https://www.economist.com/international/

De entre los países que participan como observadores en el CA es China el que más interés está mostrando por asentar su presencia en el área, buscando la colaboración con todos ellos. Una muestra de ello es el notable aumento de las inversiones chinas en Groenlandia –turismo, investigación científica, infraestructuras, explotaciones mineras, etc. De hecho, China ya ha indicado (26 de enero de 2018) cuáles van a ser sus intereses en la región ártica –la denominada Ruta de la Seda polar–, en la que contará con la ayuda rusa no solamente para la navegación sino también para la búsqueda de recursos energéticos y materias primas. Con ello, China lograría un acceso más rápido a los mercados europeos y Rusia rompería el cerco de las sanciones económicas impuestas por Europa y Estados Unidos. La potencia asiática no muestra, sin embargo, ningún interés territorial sobre la zona.

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