1. El contexto.
En noviembre de 1917 la Primera Guerra Mundial se encontraba en una fase de estancamiento. Los EE. UU. Aún no habían entrado en ella y los rusos estaban en plena revolución. La intención primera del documento era que Gran Bretaña obtuviese el apoyo de los judíos británicos y estadounidenses a su posición en el conflicto. Pero, para comprender bien el contexto de esta Declaración, también hay que ahondar en la geopolítica relacionada con la protección del Canal de Suez y con el logro de una posición estable en el Oriente Próximo, así como en otras razones culturales y religiosas.
Entre las primeras hay que observar que, tras la ocupación turca de Siria y Palestina por parte de Mehmet Alí (1833) –sultán de Egipto que, aunque actuaba en nombre del imperio Otomano era independiente de facto– la zona quedó bajo la influencia egipcia y turca. Francia, por su parte, había logrado convertirse, mediante acuerdos con Alí, en protectora de los católicos de la región, y lo mismo había hecho Rusia con los ortodoxos orientales, dejando fuera de la región a Gran Bretaña. Por ello el gobierno británico, paladín de los judíos que querían regresar a Palestina, apoyó esta migración al objeto de aumentar su papel en la región. La presencia británica en Palestina favorecería la protección del cercano Canal de Suez y era un eslabón importante en la ruta hacia la India.

Gran Bretaña fue ganando influencia en Egipto tras la muerte de Alí (1848), llegando a controlar la economía, la administración y el ejército de facto, aunque formalmente se mantenía la monarquía. Hasta 1922 Egipto sería un protectorado británico.
Entre las razones culturales y religiosas hay que señalar la preocupación de las élites culturales y políticas británicas por los derechos de los judíos y especialmente por su restauración nacional. Desde esta base se creó una teleología coincidente que afirmaba que la historia nacional británica y la judía confluirían en el futuro. Esta confluencia fue divulgada por los propagandistas del gobierno deseosos de atraerse al sionismo, especialmente al norteamericano.
Durante su período de dominación de Palestina, el imperio Otomano practicó una política restrictiva sobre la inmigración judía, pero en 1901 les concedió el derecho de comprar tierras, hecho que aumentó el porcentaje de su población hasta el 7 %.
En 1916 El gobierno británico logró convencer al Jerife de La Meca para que iniciase una revuelta contra la dominación otomana a cambio de reconocer la independencia. Pero, ese mismo año, los gobiernos de Francia, Gran Bretaña y Rusia habían firmado en secreto el Acuerdo Sykes-Picot, que dividió el Oriente Próximo en esferas de influencia para estas potencias en caso de la derrota del imperio Otomano. A partir de ellas se establecerían posteriormente tres zonas: una árabe con capital en Damasco, otra judía en la Palestina histórica, primero internacionalizada, y otra cristiana en Líbano. Palestina sería internacionalizada quedando su administración bajo un condominio, controlado por Gran Bretaña. No obstante, algunas fuentes afirman también que, entre las promesas que Gran Bretaña hizo a los árabes, estaba la cesión el gobierno de Palestina al acabar la guerra.

Es bien sabido que británicos y franceses no cumplieron lo pactado en el Acuerdo Sykes-Picot y que, tras la guerra, utilizaron el cartabón y la regla para dividir sus respectivas zonas de influencia creando países hasta entonces inexistentes.
2. La Declaración Balfour.
La Declaración Balfor fue un documento que publicó el gobierno británico durante la Primera Guerra Mundial (el 2 de noviembre de 1917) para manifestar su apoyo a la creación de un “Hogar Nacional Judío” en Palestina, territorio que en ese momento formaba parte oficialmente del Imperio Otomano. El texto fue remitido a Lionel. W. Rothschild, líder de la comunidad judía inglesa y publicado en prensa el 9 de noviembre de 1917.
Para su elaboración, Arthur J. Balfour, ministro de exteriores británico, había pedido a los líderes judíos ingleses la presentación de proyectos tanto desde una perspectiva sionista como antisionista, pero nada se preguntó a la población local de Palestina.

Su valor radica en que fue la primera vez que una potencia mundial hacía público su apoyo al sionismo –es decir a la doctrina que sostiene el derecho del pueblo judío a establecerse en la Tierra de Israel–. El documento utiliza la expresión Hogar Nacional, un concepto confuso, sin precedentes en el derecho internacional, y que no dejaba claro si se refería a la creación de un Estado judío. Tampoco se especificaba si la referencia a Palestina abarcaba a todo el territorio o solamente a una porción.
La segunda parte del documento está destinada a satisfacer a los que se oponían a la creación de este Hogar Nacional. En ella se especificaba que ninguna acción iría dirigida contra los derechos de las comunidades no judías existentes en Palestina. Como tampoco se podía deducir del texto que toda Palestina se asignase al Hogar Nacional Judío, quedaban los límites circunscritos a posteriores negociaciones.
3. Las consecuencias.
La Declaración impulsó el apoyo popular al sionismo entre los judíos. Al acabar la guerra sirvió para favorecer la creación del Mandato británico de Palestina; una administración territorial encomendada por la Sociedad de Naciones al Reino Unido como consecuencia de la partición del Imperio Otomano. Aunque el Reino Unido administraba estos territorios de facto desde 1917, el Mandato entró en vigor en junio de 1922 y expiró en mayo de 1948. De hecho, los intentos británicos de compaginar las dos promesas hechas –Hogar Nacional Judío y gobierno árabe de Palestina– es el origen de un problema que aún hoy, un siglo después, viene arrastrándose.
Implícitamente el texto reconocía el vínculo milenario que existía entre un pueblo judío disperso por el mundo y la tierra ancestral de Israel. Las comunidades cristiana y musulmana, que constituían el 90 % de la población se opusieron a la creación de la entidad judía. En el mundo árabe la propuesta fue interpretada como una traición de los acuerdos con los británicos durante la Primera Guerra Mundial. Por el contrario, Estados Unidos reconoció su apoyo oficial en 1922.
Desde finales de la primera Guerra Mundial, los ambientes sionistas favorecieron la inmigración a Palestina, sobre todo entre las clases judías más pobres y perseguidas de la Europa central. Así, en los años veinte, se calcula que unos cien mil judíos se asentaron en Palestina, pasando a constituir el 17 % de la población del territorio. Estos nuevos asentados, muchos pertenecientes a las facciones sionistas más radicales, comenzaron a expulsar de las tierras compradas a los no judíos.
A partir de 1933, cuando comienzan las persecuciones nazis contra los judíos, se produce una segunda ola inmigratoria. Las protestas y revueltas de la población árabe son reprimidas por las autoridades británicas con la colaboración de grupos paramilitares judíos: primero Hahanagh y, más tarde, Irgun, un grupúsculo mucho más radical que actuará incluso contra la población civil y, luego, cuando Gran Bretaña intentó limitar la inmigración judía –mientras continuaba la persecución nazi– contra los mismos británicos. A partir de ese momento el sionismo busco nuevos aliados en Estados Unidos.

El documento impulsó al sionismo político, que acabaría logrando, treinta años más tarde el reconocimiento de la ONU, cuando mediante la Declaración 181 de la Asamblea General de 29 de noviembre de 1947 se aceptaba la división de Palestina en dos Estados: uno judío y otro árabe, mientras que Jerusalén quedab bajo un mandato internacional. Era la salida legal y política para la creación de un Estado-Nación judío, aunque la resolución solamente otorgaba a los judíos una sexta parte del territorio reclamado en 1917.

El 15 de mayo de 1948, seis meses después de la Declaración de la ONU, Inglaterra abandonó Palestina, dejando a los judíos de Palestina a su suerte. El día anterior Israel se había proclamado independiente. Dos días después, ocho ejércitos árabes (Siria, Egipto, Transjordania, Líbano, Yemen, Irak, Arabia Saudí y el Ejército Árabe de Liberación) declararon la guerra al recién nacido Estado judío.

Fuente: aurora-israel.co.il
La entrada de tropas hace estallar la primera guerra árabe-israelí. El inicio de las muchas guerras que han enfrentado a ambos pueblos. El plan de partición era papel mojado.
Tras unos meses de enfrentamientos, Israel derrota a los estados árabes y se firma un armisticio con Siria, Jordania, Egipto y Líbano. Israel logra hacerse con más territorio del que se había fijado en la partición de la ONU. Jerusalén es dividida: Israel controlará la parte Oeste, mientras que Jordania ocupará la Este, los sectores donde se concentran buena parte de los lugares sagrados. La franja fronteriza con Jordania (Cisjordania) pasará a ser gobernada por este país y Egipto administrará la Franja de Gaza. El resultado de este reparto fue que unos 700.000 palestinos se convertirán en eternos refugiados diseminados por los países árabes colindantes, Gaza y Cisjordania.
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